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Os discursos da visita do Papa a Espanha
2003-05-05 11:12:06

Em castelhano.

PALABRAS DE SU SANTIDAD jUAN PABLO II A SU LLEGADA AL AEROPUERTO DE BAJARAS
Majestades, Señores Cardenales, Señor Presidente y distinguidas Autoridades, Señores Obispos, Queridos hermanos y hermanas:
1. Con intensa emoción llego de nuevo a España en mi quinto Viaje Apostólico a esta noble y querida Nación. Saludo muy cordialmente a todos, a los que están aquí presentes y a cuantos siguen este acto a través de la radio o de la televisión, dirigiéndoles con mucho cariño las palabras del Señor resucitado: “La paz sea con vosotros”.
Deseo para cada uno la paz que sólo Dios, por medio de Jesucristo, nos puede dar; la paz que es obra de la justicia, de la verdad, del amor, de la solidaridad; la paz que los pueblos sólo gozan cuando siguen los dictados de la ley de Dios; la paz que hace sentirse a los hombres y a los pueblos hermanos unos con otros.
¡La paz esté contigo, España!
2. Agradezco a Su Majestad el Rey don Juan Carlos I su presencia aquí, junto con la Reina, y muy particularmente las palabras que me ha dirigido para darme la bienvenida en nombre del pueblo español. Agradezco también la presencia del Presidente del Gobierno y demás Autoridades civiles y militares, manifestándoles mi aprecio por la colaboración prestada para la realización de los distintos actos de esta visita.
Saludo con afecto al Senor Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, a los Señores Cardenales, a los Arzobispos y Obispos, a los sacerdotes, personas consagradas y demás fieles que forman la comunidad católica, casi dos veces milenaria, de este País: ¡Sois el pueblo de Dios que peregrina en España! Un pueblo que a lo largo de su historia ha dado tantas muestras de amor a Dios y al prójimo, de fidelidad a la Iglesia y al Papa, de nobleza de sentimientos, de dinamismo apostólico. Gracias a todos, pues, por esta cordial acogida.
3. Mañana tendré la dicha de canonizar a cinco hijos de esta tierra. Ellos supieron acoger la invitación de Jesucristo: “Seréis mis testigos” proclamándolo con su vida y con su muerte. En este momento histórico ellos son luz en nuestro camino para vivir con valentía la fe, para alentar el amor al prójimo y para proseguir con esperanza la construcción de una sociedad basada en la serena convivencia y en la elevación moral y humana de cada ciudadano. Con vivo interés sigo siempre las vicisitudes de España. Constato con satisfacción su progreso para el bienestar de todos. El proceso de desarrollo de una nación debe fundamentarse en valores auténticos y permanentes, que buscan el bien de cada persona, sujeto de derechos y deberes, desde el primer instante de su existencia y acogida en la familia, y en las sucesivas etapas de su inserción y participación en la vida social.
Esta tarde, me reuniré con los jóvenes y espero con ilusión ese momento que me permitirá entrar en contacto con aquellos que están llamados a ser los protagonistas de los nuevos tiempos. Tengo plena confianza en ellos y estoy seguro que tienen la voluntad de no defraudar ni a Dios, ni a la Iglesia, ni a la sociedad de la que provienen.
4. En estos momentos trascendentales para la consolidación de una Europa unida, deseo evocar las palabras con las que en Santiago de Compostela me despedía al finalizar mi primer viaje apostólico por tierras españolas en noviembre de 1982. Desde allí exhortaba a Europa con un grito lleno de amor, recordándole sus ricas y fecundas raíces cristianas: “¡Europa, vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Aviva tus raíces!”. Estoy seguro de que España aportará el rico legado cultural e histórico de sus raíces católicas y los propios valores para la integración de una Europa que, desde la pluralidad de sus culturas y respetando la identidad de sus Estados miembros, busca una unidad basada en unos criterios y principios en los que prevalezca el bien integral de sus ciudadanos.
5. Imploro del Señor para España y para el mundo entero una paz que sea fecunda, estable y duradera, así como una convivencia en la unidad, dentro de la maravillosa y variada diversidad de sus pueblos y ciudades.
¡Que por la intercesión de la Virgen Inmaculada y del Apóstol Santiago Dios bendiga a España!
------------------------------------------------------------------------ VIGILIA DE ORACIÓN DEL SANTO PADRE CON LOS JÓVENES Aeródromo de Cuatro Vientos, Madrid 3 de mayo de 2003
Palabras de presentación y saludo de Mons. Braulio Rodríguez Plaza, Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar y Arzobispo de Valladolid Me ha tocado en inmensa suerte de saludar y dar la bienvenida a Su Santidad en nombre de los miles de jóvenes aquí reunidos, a la vez, presentárselos a Usted.., Santo Padre. Ellos son una muestra representativa parte de los jóvenes católicos españoles, también de los que no están presentes en este lugar. Nos está sucediendo algo grande esta tarde: podemos y queremos orar con nuestro Papa, aquél en quien hoy vive Pedro, que nos preside en la Caridad; ¡queremos y podemos orar con el Sucesor de Pedro!. Es algo muy hermoso y de significado muy profundo. Queremos orar con Su Santidad y escuchar su palabra. Lo hacemos acompañados de los Obispos de España y de otros hermanos Obispos de Iglesias de fuera de nuestras fronteras, haciendo presente a la Iglesia Universal. Y queremos hacerlo de la mano de María, la Madre de nuestro Señor . ¿Cómo lo haremos? De un modo sencillo. Recorreremos los misterios de la Historia de la Salvación, siguiendo la propuesta que nos hace el Santo Rosario, fijando nuestros ojos en el rostro de Cristo. Él ilumina nuestra peripecia humana, de hombres y mujeres del siglo XXI, que, al acoger el misterio de Cristo, experimenta el amor del Padre y el gozo de la alegría del Espíritu Santo. “No se trata sólo –escribió no hace mucho Su Santidad- de comprender las cosas que Él (Jesús) ha enseñado, sino de comprenderle a Él. Pero en esto, ¿qué maestra más experta que María? (...) Entre las criaturas nadie mejor que Ella conoce a Cristo, nadie como su Madre puede introducirnos en un conocimiento profundo de su misterio” (Rosarium Virginis Mariae 14 ). En esta oración, Santo Padre, queremos que ya estén con nosotros los cinco beatos que mañana canonizará. Son para nosotros grandes testigos del amor de Jesucristo. Esta oración la hacen con vuestra Santidad los jóvenes, que sienten y viven la fuerza de la fe como jóvenes y sienten el gozo inmenso de la presencia de Cristo Resucitado y de su Santísima Madre. Ellos, los jóvenes, y vuestra Santidad son garantía de éxito y de la frescura de la fe. Nos hemos retirado a esta inmensa explanada para orar. Gracias, Santo Padre, por estar en medio de nosotros. Le queremos. + Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Valladolid --------------------------------------------------------------------------- PALABRAS DE JUAN PABLO II A LOS JÓVENES EN EL AÉRODROMO DE CUATRO VIENTOS SALUDO INICIAL 1. ¡Os saludo con cariño, jóvenes de Madrid y de España! Muchos de vosotros habéis venido de lejos, desde todas las diócesis y regiones del País. Estoy profundamente emocionado por vuestra calurosa y cordial acogida. Os confieso que deseaba mucho este encuentro con vosotros. Os saludo y os repito las mismas palabras que dirigí a los jóvenes en el estadio Santiago Bernabéu, durante mi primera visita a España, hace ya más de veinte años: “Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y de la sociedad (...) Sigo creyendo en los jóvenes, en vosotros” (3 noviembre 1982, n. 1).
Os abrazo con gran afecto, y junto con vosotros saludo también a los Obispos, sacerdotes y demás colaboradores pastorales que os acompañan en vuestro camino de fe. Agradezco la presencia de Sus Altezas Reales, el Príncipe de Asturias y los Duques de Palma, así como de las Autoridades del Gobierno español.
Quiero agradecer también las amables palabras de bienvenida que, en nombre de todos los presentes, me han dirigido Mons. Braulio Rodríguez, Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar y los jóvenes Margarita y José. Saludo también a Mons. Manuel Estepa, Arzobispo Castrense, y a las Autoridades Militares que nos acogen en esta Base Aérea.
2. Queridos jóvenes, en vuestra existencia ha de brillar la gracia de Dios, la misma que resplandeció en María, la llena de gracia.
Con gran acierto habéis querido en esta vigilia meditar los misterios del Rosario llevando a la práctica la antigua máxima espiritual: "A Jesús por María". Ciertamente, en el Rosario aprendemos de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Al comenzar esta oración, por lo tanto, dirijamos la mirada a la Madre del Señor, y pidámosle que nos guíe hasta su Hijo Jesús: “Reina del cielo, ¡alégrate! Porque Aquél, a quien mereciste llevar en tu seno, ¡ha resucitado! ¡Aleluya!”.
DISCURSO
1. Conducidos de la mano de la Virgen María y acompañados por el ejemplo y la intercesión de los nuevos Santos, hemos recorrido en la oración diversos momentos de la vida de Jesús. El Rosario, en efecto, en su sencillez y profundidad, es un verdadero compendio del Evangelio y conduce al corazón mismo del mensaje cristiano: “Tanto amó Dios al mundo que dió a su Hijo único, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
María, además de ser la Madre cercana, discreta y comprensiva, es la mejor Maestra para llegar al conocimiento de la verdad a través de la contemplación. El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación. Sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma. ¿De qué es capaz la humanidad sin interioridad? Lamentablemente, conocemos muy bien la respuesta. Cuando falta el espíritu contemplativo no se defiende la vida y se degenera todo lo humano. Sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su misma integridad. 2. Queridos jóvenes, os invito a formar parte de la “Escuela de la Virgen María”. Ella es modelo insuperable de contemplación y ejemplo admirable de interioridad fecunda, gozosa y enriquecedora. Ella os enseñará a no separar nunca la acción de la contemplación, así contribuiréis mejor a hacer realidad un gran sueño: el nacimiento de la nueva Europa del espíritu. Una Europa fiel a sus raíces cristianas, no encerrada en sí misma sino abierta al diálogo y a la colaboración con los demás pueblos de la tierra; una Europa consciente de estar llamada a ser faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo, decidida a aunar sus esfuerzos y su creatividad al servicio de la paz y de la solidaridad entre los pueblos.
3. Amados jóvenes, sabéis bien cuánto me preocupa la paz en el mundo. La espiral de la violencia, el terrorismo y la guerra provoca, todavía en nuestros días, odio y muerte. La paz - lo sabemos - es ante todo un don de lo Alto que debemos pedir con insistencia y que, además, debemos construir entre todos mediante una profunda conversión interior. Por eso, hoy quiero comprometeros a ser operadores y artífices de paz. Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón. Manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado, de racismo y de intolerancia. Testimoniad con vuestra vida que las ideas no se imponen, sino que se proponen. ¡Nunca os dejéis desalentar por el mal! Para ello necesitáis la ayuda de la oración y el consuelo que brota de una amistad íntima con Cristo. Sólo así, viviendo la experiencia del amor de Dios e irradiando la fraternidad evangélica, podréis ser los constructores de un mundo mejor, auténticos hombres y mujeres pacíficos y pacificadores.
4. Mañana tendré la dicha de proclamar cinco nuevos santos, hijos e hijas de esta noble Nación y de esta Iglesia. Ellos “fueron jóvenes como vosotros, llenos de energía, ilusión y ganas de vivir. El encuentro con Cristo transformó sus vidas (...) Por eso, fueron capaces de arrastrar a otros jóvenes, amigos suyos, y de crear obras de oración, evangelización y caridad que aún perduran” (Mensaje de los Obispos españoles con ocasión del viaje del Santo Padre, 4). Queridos jóvenes, ¡id con confianza al encuentro de Jesús! y, como los nuevos santos, ¡no tengáis miedo de hablar de Él! pues Cristo es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino. Es preciso que vosotros jóvenes os convirtáis en apóstoles de vuestros coetáneos. Sé muy bien que esto no es fácil. Muchas veces tendréis la tentación de decir como el profeta Jeremías: “¡Ah, Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho” (Jr 1,6). No os desaniméis, porque no estáis solos: el Señor nunca dejará de acompañaros, con su gracia y el don de su Espíritu.
5. Esta presencia fiel del Señor os hace capaces de asumir el compromiso de la nueva evangelización, a la que todos los hijos de la Iglesia están llamados. Es una tarea de todos. En ella los laicos tienen un papel protagonista, especialmente los matrimonios y las familias cristianas; sin embargo, la evangelización requiere hoy con urgencia sacerdotes y personas consagradas. Ésta es la razón por la que deseo decir a cada uno de vosotros, jóvenes: si sientes la llamada de Dios que te dice: “¡Sígueme!” (Mc 2,14; Lc 5,27), no la acalles. Sé generoso, responde como María ofreciendo a Dios el sí gozoso de tu persona y de tu vida. Os doy mi testimonio: yo fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Desde entonces han pasado 56. Al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos! 6. Al concluir mis palabras quiero invocar a María, la estrella luminosa que anuncia el despuntar del Sol que nace de lo Alto, Jesucristo: ¡Dios te salve, María, llena de gracia! Esta noche te pido por los jóvenes de España, jóvenes llenos de sueños y esperanzas. Ellos son los centinelas del mañana, el pueblo de las bienaventuranzas; son la esperanza viva de la Iglesia y del Papa. Santa María, Madre de los jóvenes, intercede para que sean testigos de Cristo Resucitado, apóstoles humildes y valientes del tercer milenio, haraldos generosos del Evangelio. Santa María, Virgen Inmaculada, reza con nosotros, reza por nosotros. Amén. ---------------------------------------------------------------------- SALUDO AL SANTO PADRE AL COMIENZO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA Plaza de Colón, 4 de mayo de 2003 Santo Padre: Los Obispos, presbíteros y fieles de las Iglesias particulares que peregrinan en España, esta tierra bendita desde los albores mismos de la evangelización por el anuncio apostólico de Jesucristo Resucitado, os reciben y saludan en esta vuestra nueva Visita a nuestra Patria con los sentimientos de veneración y cariño filiales, de gratitud eclesial y de júbilo pascual que han distinguido siempre nuestras relaciones históricas con el Sucesor de Pedro y, de manera totalmente singular, con Vuestra Santidad a quien no sólo los católicos, sino también todos los españoles de buena voluntad acogen hoy con profundo respeto y afecto. Una buena prueba de ello os la ofrecieron ayer en la emocionante Vigilia Mariana de Cuatro Vientos los jóvenes de España que respondían a vuestra invitación de volver el rostro a Jesucristo, de conocerle desde lo más hondo de sus almas mirándole con los ojos de María y de ser sus testigos, con un entusiasmo humano y cristiano que evocaba el de los discípulos el día de Pentecostés. Los jóvenes de “la Tierra de María” le entregaron su corazón al Papa que se ha declarado “todo de María”: “Totus Tuus”. Desde aquella vuestra primera visita pastoral, verdaderamente histórica, del otoño del año 1982, larga, minuciosa, extraordinariamente sensible y cercana a nuestra realidad social y eclesial, vibrante de esperanza, no habéis cejado nunca de recordarnos el don tan extraordinario y singular que supone para la identidad interior de España le fe cristiana recibida desde los orígenes de nuestra historia común, profesada con una fidelidad a la comunión católica sin fisuras y vivida con una generosidad misionera que no admite muchos parangones. Cuando en el verano de 1989 os poníais a la cabeza de aquella inmensa riada juvenil de peregrinos, nacida de todas las fuentes de la catolicidad, “Camino de Santiago”, no sólo reverdecía el viejo y venerable itinerario de la peregrinación cristiana medieval de los pueblos de España y de los países hermanos de Europa, sino que también se nos revelaba la actualidad del Evangelio de Jesucristo, su vigor juvenil inmarchitable, su frescura pascual; en suma, el ser la llave que abre las puertas del futuro salvador para la humanidad. Con una claridad radiante les enseñabais a los jóvenes del mundo que Jesucristo es “el Camino, la Verdad y la Vida”. La Iglesia en España y sus jóvenes aprendíamos con nueva certeza, confirmada por el Sucesor de Pedro, que había que retornar decididamente a lo más auténtico de nuestra tradición cristiana si queríamos descubrir con creatividad histórica, las más ricas, vivas y actuales posibilidades de presente y de futuro para la Iglesia y para la sociedad. Ese horizonte de nuestra historia, por cristiana y católica verdaderamente universal, quedaba más nítidamente iluminado y abierto -tras el prólogo de vuestra escala en Zaragoza con motivo del Viaje a Santo Domingo en 1984 para inaugurar el novenario de preparación del Quinto Centenario de la Evangelización de América- en Sevilla, los lugares colombinos y Madrid -desde esta misma Plaza de Colón donde nos encontramos-, en junio de 1993 por vuestra llamada apremiante a nuestras comunidades diocesanas y a España entera para que reencontrásemos y recreásemos nuestra vocación misionera hacia dentro y hacia fuera de nuestras fronteras. Hoy, en este vuestro quinto viaje apostólico, como en una síntesis pastoral de vuestros constantes mensajes, dirigidos a vuestros hijos de la Iglesias Particulares de España, nos aseguráis en el nombre y con la autoridad de quien es el Vicario de Jesucristo Resucitado para toda la Iglesia: ¡Seréis mis testigos! Y nos proponéis los modelos y el estilo imprescindibles para cumplir con el mandato y envío del Señor en este tiempo, tan lleno de incertidumbres y de esperanzas. Los modelos son los cinco Beatos -¡Santos de la España contemporánea!- que vais a canonizar: Pedro Poveda, José María Rubio, Genoveva Torres, Angela de la Cruz, Maravillas de Jesús. El estilo: el de la santidad, el de la perfección de la caridad que transforma los corazones, las familias, las sociedades y los pueblos. Santidad: ¡Queremos ser sus Testigos! ¡Queremos ser Testigos humildes y valientes del Evangelio de Jesucristo Resucitado, nuestro Señor y Salvador! ¡Gracias desde lo más hondo del alma por haber venido de nuevo a España, por el servicio de confirmarnos en la fe, de fortalecernos en la comunión eclesial, de enviarnos a evangelizar a los que más lo necesitan en el alma y en el cuerpo entre nosotros y en todos los países más pobres y atormentados del mundo. ¡Gracias por vuestra delicadeza exquisita de padre y pastor de nuestras almas! A nuestra gratitud se suman con fina y cálida cortesía Sus Majestades los Reyes de España y la Real Familia, los representantes de las más altas instituciones del Estado -Gobierno, Congreso y Senado, los Tribunales Constitucional y Supremo, las Comunidades Autónomas...- que quieren sintonizar con los sentimientos más nobles de todos sus ciudadanos y que ven en vuestra Santidad el defensor más firme e inquebrantable del hombre, de cada ser humano, de su dignidad personal inviolable, de sus derechos fundamentales, del derecho a la vida frente a toda agresión que la amenaza, especialmente frente a la violencia terrorista; al que promueve incansablemente el bien de matrimonio y de la familia, el bien común de la humanidad, y el bien preciadísimo de la paz. ¡Gracias! ¡Gracias de corazón, Santo Padre! ¡Gracias por estar con nosotros, por presidir esta Eucaristía, abierta a todos los cielos de España sobre el altar de esta ciudad de Madrid! ¡Gracias! + Antonio María Rouco Varela Cardenal-Arzobispo de Madrid Presidente de la Conferencia Episcopal Española HOMILIA DEL PAPA JUAN PABLO II EN LA CEREMONIA DE COLÓN Domingo, 4 de mayo de 2003 1. “Sed testigos de mi resurrección” (cf. Lc 24, 46-48), Jesús dice a sus Apóstoles en el relato del Evangelio apenas proclamado. Misión difícil y exigente, confiada a hombres que aún no se atreven a mostrarse en público por miedo de ser reconocidos como discípulos del Nazareno. No obstante, la primera lectura nos ha presentado a Pedro que, una vez recibido el Espíritu Santo en Pentecostés, tiene la valentía de proclamar ante el pueblo la resurrección de Jesús y exhortar al arrepentimiento y a la conversión. Desde entonces la Iglesia, con la fuerza del Espíritu Santo, sigue proclamando esta noticia extraordinaria a todos los hombres de todos los tiempos. Y el sucesor de Pedro, peregrino en tierras españolas, os repite: España, siguiendo un pasado de valiente evangelización: ¡sé también hoy testigo de Jesucristo resucitado! 2. Saludo con afecto a todo el pueblo de Dios venido desde las distintas regiones del País, y aquí reunido para participar en esta solemne celebración. Un respetuoso y deferente saludo dirijo a Sus Majestades los Reyes de España y a la Familia Real. Agradezco cordialmente las amables palabras del Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid. Saludo a los Cardenales y Obispos españoles, a los sacerdotes y a las personas consagradas; saludo también con afecto a los miembros de los Institutos relacionados con los nuevos santos. Agradezco particularmente la presencia aquí de las Autoridades civiles y sobre todo la colaboración que han prestado para los distintos actos de esta visita. 3. Los nuevos santos se presentan hoy ante nosotros como verdaderos discípulos del Señor y testigos de su Resurrección. San Pedro Poveda, captando la importancia de la función social de la educación, realizó una importante tarea humanitaria y educativa entre los marginados y carentes de recursos. Fue maestro de oración, pedagogo de la vida cristiana y de las relaciones entre la fe y la ciencia, convencido de que los cristianos debían aportar valores y compromisos sustanciales para la construcción de un mundo más justo y solidario. Culminó su existencia con la corona del martirio. San José María Rubio vivió su sacerdocio, primero como diocesano y después como jesuita, con una entrega total al apostolado de la Palabra y de los sacramentos, dedicando largas horas al confesionario y dirigiendo numerosas tandas de ejercicios espirituales en las que formó a muchos cristianos que luego morirían mártires durante la persecución religiosa en España. “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace” era su lema. 4. Santa Genoveva Torres fue instrumento de la ternura de Dios hacia las personas solas y necesitadas de amor, de consuelo y de cuidados en su cuerpo y en su espíritu. La nota característica que impulsaba su espiritualidad era la adoración reparadora a la Eucaristía, fundamento desde el que desplegaba un apostolado lleno de humildad y sencillez, de abnegación y caridad. Semejante amor y sensibilidad hacia los pobres llevó a Santa Angela de la Cruz a fundar su "Compañía de la Cruz", con una dimensión caritativa y social a favor de los más necesitados y con un impacto enorme en la Iglesia y en la sociedad sevillanas de su época. Su nota distintiva era la naturalidad y la sencillez, buscando la santidad con un espíritu de mortificación, al servicio de Dios en los hermanos. Santa Maravillas de Jesús vivió animada por una fe heroica, plasmada en la respuesta a una vocación austera, poniendo a Dios como centro de su existencia. Superadas las tristes circunstancias de la Guerra Civil española, realizó nuevas fundaciones de la Orden del Carmelo presididas por el espíritu característico de la reforma teresiana. Su vida contemplativa y la clausura del monasterio no le impidieron atender a las necesidades de las personas que trataba y a promover obras sociales y caritativas a su alrededor. 5. Los nuevos Santos tienen rostros muy concretos y su historia es bien conocida. ¿Cual es su mensaje? Sus obras, que admiramos y por las que damos gracias a Dios, no se deben a sus fuerzas o a la sabiduría humana, sino a la acción misteriosa del Espíritu Santo, que ha suscitado en ellos una adhesión inquebrantable a Cristo crucificado y resucitado y el propósito de imitarlo. Queridos fieles católicos de España: ¡dejaos interpelar por estos maravillosos ejemplos! Al dar gracias al Señor por tantos dones que ha derramado en España, os invito a pedir conmigo que en esta tierra sigan floreciendo nuevos santos. Surgirán otros frutos de santidad si las comunidades eclesiales mantienen su fidelidad al Evangelio que, según una venerable tradición, fue predicado desde los primeros tiempos del cristianismo y se ha conservado a través de los siglos. Surgirán nuevos frutos de santidad si la familia sabe permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la vida. “La fe cristiana y católica constituye la identidad del pueblo español”, dije cuando peregriné a Santiago de Compostela (Discurso en Santiago, 9.11.1982). Conocer y profundizar el pasado de un pueblo es afianzar y enriquecer su propia identidad ¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia. 6. “Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24, 45). Cristo resucitado ilumina a los Apóstoles para que su anuncio pueda ser entendido y se transmita íntegro a todas las generaciones; para que el hombre oyendo crea, creyendo espere, y esperando ame (cf. S. Agustín, De catechizandis rudibus, 4,8). Al predicar a Jesucristo resucitado, la Iglesia desea anunciar a todos los hombres un camino de esperanza y acompañarles al encuentro con Cristo. Celebrando esta Eucaristía, invoco sobre todos vosotros el gran don de la fidelidad a vuestros compromisos cristianos. Que os lo conceda Dios Padre por la intercesión de la Santísima Virgen - venerada en España con tantas advocaciones - y de los nuevos Santos. REGINA COELI Plaza de Colón, Madrid 4 de mayo de 2003 Al concluir esta celebración, en la que he canonizado a cinco nuevos Santos, quiero dar gracias a Dios que me ha permitido realizar el quinto viaje apostólico a vuestra Nación, tierra de fieles hijos de la Iglesia que ha dado tantos santos y misioneros. Mi primera visita tuvo como lema "Testigo de la esperanza"; y esta vez ha tenido "Seréis mis testigos". Recordad siempre que el distintivo de los cristianos es dar testimonio audaz y valiente de Jesucristo, muerto y resucitado por nuestra salvación. Deseo reiterar mi agradecimiento a Sus Majestades los Reyes de España y a la Familia Real aquí presente. Mi reconocimiento al Gobierno y Autoridades de la Nación por la ayuda ofrecida. Manifiesto mi particular gratitud al Señor Cardenal Arzobispo de Madrid y a todos los demás Obispos de España, por su invitación y acogida, así como a todos los que han prestado un generoso servicio antes y durante mi viaje. Saludo, además, con gran afecto a los numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas, a tantos jóvenes, familias, hombres y mujeres de buena voluntad. Me llevo el recuerdo de vuestros rostros esperanzados, que he encontrado estos días, y comprometidos con Jesucristo y su Evangelio. Sois depositarios de una rica herencia espiritual que debe ser capaz de dinamizar vuestra vitalidad cristiana, unida al gran amor a la Iglesia y al Sucesor de Pedro. Con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón. El recuerdo de estos días se hará oración pidiendo para vosotros la paz en fraterna convivencia, alentados por la esperanza cristiana que no defrauda. Y con gran afecto os digo, como en la primera vez, ¡Hasta siempre España! ¡Hasta siempre, tierra de María!


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